
Es una obviedad que la segunda llegada de Donald Trump al poder ha provocado un cataclismo. La regresión democrática en Estados Unidos, su agresiva política comercial —expresada en una zigzageante estrategia sobre aranceles—, exterior —las pretensiones sobre Groenlandia o la intención de llegar a un acuerdo con Putin para repartirse Ucrania—, y la “dimisión” aparente como garante de la seguridad occidental vinculada al compromiso atlantista, generan un consenso amplio: Europa tiene que reforzar sus capacidades autónomas ante los cambios geopolíticos. La UE tiene que reforzar su autonomía estratégica.
