Con apenas 17 años de edad, Carlos Suárez apareció en Chamonix con las manos en los bolsillos y una vaga idea de dónde quedaba su futuro. A los pocos días, escaló sin cuerda la vía Cassin al Espolón Walker de las Grandes Jorasses, 1.200 metros de roca y terreno mixto en la cara norte alpina más intimidante. Lo que para la mayoría era un gran sueño apenas alcanzable, para Carlos fue un paseo entre Francia e Italia. Ayer, cumplidos los 52, perdió la vida trabajando como doble en un salto en paracaídas desde un globo. Era un salto seguro, pero algo falló.
