Más de la mitad de las exportaciones chilenas van hacia China (37%) y Estados Unidos (16%). Por eso la guerra arancelaria iniciada por el presidente estadounidense Donald Trump y la ofensiva del gigante asiático -”no deseamos pelear, pero tampoco tememos hacerlo”- ha empujado a Chile a elaborar una estrategia frente a las nuevas reglas del comercio internacional. Una mayúscula delegación empresarial ha acompañado esta semana al presidente chileno Gabriel Boric en su visita de Estado en Brasil para intensificar las inversiones entre ambos países y diversificar la oferta con el objetivo de no depender tanto de las dos superpotencias. Esto, en paralelo a las conversaciones que la Administración de izquierda sostiene con Washington luego de que le impusieran el mínimo base del 10% para que se respete el Tratado de Libre Comercio (TLC) firmado en 2004, que no contempla gravámenes.
