Mg Kyaw Kyaw, un adolescente birmano de 13 años, sintió el terremoto mientras escuchaba al imán de la mezquita que hay al lado de su casa en Mandalay y que frecuentaba cada viernes. “Quise correr, pero mi papá me dijo que me calmara y que me refugiara. Me dijo que si moríamos, moriríamos en la mezquita, cerca de Dios”, cuenta en un correo electrónico. “Poco antes del segundo temblor, alguien me agarró con fuerza y me sacó. Vi cómo la mezquita se sacudía. Pensé que colapsaría y recé a Alá”. Entre una nube de polvo corrió hasta su apartamento en busca de su hermana y su hermano, menores que él, que milagrosamente habían salido y no tenían un rasguño, pese a que la vivienda había quedado completamente destruida.

