Un gesto poderoso ha pasado casi desapercibido en estos tiempos de crueldad premeditada. La víctima de uno de los crímenes recientes más atroces de Estados Unidos abrazó el martes al victimario, el culpable del infame tiroteo racista perpetrado en un supermercado de El Paso, Texas, en agosto de 2019. Apenas un instante ha servido de cierre a uno de los eventos más amargos de la historia de esta ciudad fronteriza. Quizá sin haber sido calculado, un abrazo que duró apenas unos segundos encierra toda la esperanza en estos momentos de deshumanización del otro, del diferente, del que tiene otro color de piel.
