A lo largo del último siglo, la historia del liderazgo científico estadounidense es, en muchos sentidos, una historia de migración europea. Entre 1901 y 1939, alrededor del 72% de los galardonados con el premio Nobel en disciplinas científicas habían nacido en Europa. Con el ascenso del fascismo y el inminente estallido de la guerra, muchas de las mentes más brillantes de Europa cruzaron el Atlántico: Einstein, von Neumann, Fermi, Arendt, Hayek, por nombrar unas pocas. Las universidades estadounidenses ofrecieron refugio, financiación, libertad académica y flexibilidad institucional. Princeton, Chicago, MIT y Caltech se convirtieron en potencias mundiales y, ya en la década de 1960, aproximadamente la mitad de los Nobel científicos que residían en EE UU en el momento de su galardón habían nacido en Europa.
