Uno de los signos de nuestro tiempo es la centralidad de la idea según la cual es legítimo compensar una injusticia con otra injusticia. Para evitar confusiones: lo que resulta novedoso no es la idea, sino su lugar preponderante, a ratos indiscutible, en la esfera pública. Para evitar más confusiones: la idea casi nunca se formula de forma explícita. Pero está implícita en los hechos.
