Francia decapitó a sus reyes, pero vivió el resto de su vida añorándoles y construyendo estructuras para reporducir la monarquía, pero de forma laica. Especialmente en el funcionamiento del poder, trasladado a una República, la V concretamente, la que inauguró el general Charles de Gaulle, con un presidente omnipotente. Desde entonces, cada jefe del estado ha tenido a una suerte de Richelieu, un asesor áulico y discreto que susurraba al Rey y organizaba con mano de hierro los asuntos del palacio en los claroscuros del poder. Pocos, sin embargo, como el secretario del Elíseo, Alexis Kohler (Estrasburgo, 52 años), mano derecha de Emmanuel Macron, apodado el “vicepresidente” por el peso y jerarquía de su trabajo (en Francia no existe un vicepresidente real). Después de ocho años, Kohler abandona a su jefe y se marcha a la banca privada, un movimiento, sumado al de otras importantes renuncias, que invita inexeorablemente a pensar en el fin de una era.
