En un puesto minúsculo junto a la carretera que conecta la ciudad de Kramatorsk con otras localidades más cercanas del frente de Donetsk, los soldados Igor, Oleksandr y Nikolai se toman un café durante un alto en el camino. Los tres son miembros de una brigada de asalto del ejército ucranio y acaban de abandonar sus posiciones para disfrutar de unos días de permiso. Tan reciente está su salida de las trincheras que ni siquiera se han enterado de la propuesta estadounidense de un alto el fuego de 30 días que la semana pasada aceptó su presidente, Volodímir Zelenski, pero supeditado al visto bueno de Rusia. Tras una somera explicación, estallan en carcajadas: “¡Es una completa gilipollez! ¡No te puedes fiar de los rusos!”, exclama Igor mientras sus compañeros asienten. Tal reacción, con palabras más o menos gruesas, es la más habitual en este frente oriental desde el que los ucranios combaten al invasor desde 2014: la treintena de militares consultados por EL PAÍS desconfían de las intenciones de Moscú ante una posible tregua. Además, la mayoría no aceptaría volver a casa si eso implicara ceder los territorios ocupados.
