A mediados de los años setenta Led Zeppelin representaba mejor que nadie los desmadres canónicos de una banda de rock de éxito: tipos greñudos viajando en aviones privados, con inclinación a desatar la barbarie en las habitaciones de hoteles y agasajados por seguidoras femeninas y por sustancias. También grabando álbumes sensacionales que presentaban ante audiencias de miles de espectadores. Pero el narcisismo del cuarteto británico todavía necesitaba más. Por ejemplo, un disco doble, cosa que ya poseían, y con excelentes críticas, figuras como Bob Dylan (Blonde on Blonde, 1966), The Beatles (White Album, 1968), The Jimi Hendrix Experience (Electric Ladyland, 1968), The Who (Tommy, 1969) o The Rolling Stones (Exile On Main Street, 1972). El líder de Led Zeppelin, el guitarrista y compositor Jimmy Page, anhelaba el estatus que proporcionaba una obra con dos vinilos y cuatro caras. Pero surgieron algunos problemas para llevar a cabo esa empresa: el bajista, John Paul Jones, quería dejar la banda; el vocalista, Robert Plant, debía pasar por el quirófano para eliminar unos nódulos y nadie sabía cómo iba a afectar esa intervención a su voz; y el batería, John Bonham, comenzaba a padecer las consecuencias de años de consumo de alcohol. Physical Graffiti comenzó su camino en este incierto ambiente.

