
El crecimiento descontrolado del turismo en España, que alcanzó máximos históricos en 2024 con 94 millones de viajeros extranjeros y un gasto de 126.000 millones de euros, ha saneado las cuentas de hoteleras, aerolíneas, turoperadores y agencias de viajes y les ha permitido enjugar total o parcialmente las pérdidas acumuladas en los tres años de pandemia. Ese encadenamiento de récords de viajeros e ingresos, sin embargo, tiene una cara B, identificada en la masificación de los centros históricos de las ciudades más visitadas y la llegada descontrolada de viviendas de uso turístico, provocando un encarecimiento sin precedentes del alquiler de la vivienda y la expulsión de los residentes ante su incapacidad para hacer frente a los precios astronómicos que están dispuestos a pagar los turistas.
